En el llano de La Sotonera, Lupiñén se asienta en la margen derecha del río Sotón. Su topografía urbana es irregular, con calles de bastante anchura. Se conserva en esta población la tipología clásica de las construcciones domésticas. Constan generalmente de planta baja, un piso principal y falsa o granero. Son obras de los siglos XVIII y XIX. Sobre las fachadas de los edificios puede observarse la interesante labra de las piedras armeras de distintas épocas. Entre ellos los escudos de los Oliva y de los Fabana. La localidad de Ortilla se sitúa asimismo en la inmensa llanura de La Sotonera, cruzada por la antigua vía de Huesca a Navarra por Cinco Villas. Posee una topografía urbana muy regular, al estar conformado por dos calles principales formando una cruz, más una plaza reducida en el centro del trazado. Su conjunto arquitectónico presenta una cierta homogeneidad, con casas de sillería y sillarejo, arcos para dar entrada a la vivienda y alféizares en las ventanas, detalles que confieren a la fachada una gracia que se completa con el remate de teja y ladrillo, y en algunos casos con alero de madera. Algunos ejemplares nos remontan a los siglos XVI y XVII. Existen en la población varias piedras armeras que blasonan los linajes de los Caveros, Cebrianes, Castros de Gistau y de los Otales. Ambas localidades forman una unidad administrativa que comprende también las entidades de Montmesa y las Casas de Nuevo.
Situado al pie de la Sierra de Gratal, su ayuntamiento administra las entidades de Arascués, Belsué, Nocito, Sabayés y Santa Eulalia de la Peña. El casco urbano se asienta en la ladera de un montículo que es rodeado por el río Isuela formando una garganta.
Lugar con ayuntamiento propio que está situado junto al río Guatizalema en un terreno montuoso. Su primera mención documental se sitúa en 1104 en concordia realizada entre el obispo de Huesca y el abad de Montearagón. Su conjunto urbano es lineal y asentado en el resalte a orillas del río Guatizalema.
La localidad se sitúa bajo los cerros del Estrecho Quinto y debe su nombre al 'Tertium milliarium' de la vía romana de Osca-Ilerda. Su caserío se agrupa en torno a una amplia plaza central, donde se ubica el templo parroquial. En el casco urbano se conservan algunos importantes casales con detalles arquitectónicos peculiares del siglo XVIII. En estas fachadas pueden apreciarse piedras armeras trabajadas sobre piedra y que nos hablan de algunos linajes altoaragoneses que se asentaron en este lugar. Sancho Ramírez donó el lugar al monasterio de Montearagón, en 1093. Posteriormente, Montearagón fue cediendo casas y tierras a los vecinos de la localidad hasta 1544, en que tuvo lugar la total transferencia, decretada por el abad don Juan de Urrea. En Tierz existía una residencia de canónigos del vecino monasterio, los cuales fundaron en la iglesia parroquial la Cofradía de Minerva, con función cada mes al igual que la del Corpus.
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